noviembre 23, 2009

La expansión del narco-paramilitarismo

Especiales NotiColombia Press

La historia colombiana nos ha enseñado sobre lo que comúnmente se llama ”el fenómeno paramilitar”. Que no es solamente paramilitar, sino que en esta fase de lo que los violentólogos llaman ”La Segunda Violencia”, es matizada con el aprovechamiento de las estructuras también criminales del narcotráfico. Se conforma un contubernio impúdico entre militares-narcoparamilitares-politiqueros tradicionales que entra a arrasar no sólo a los sectores de izquierda y populares, sino también a los sectores ”democráticos” colombianos.

De esa manera el ”establishment” colombiano implanta la dictadura de los narco-paramilitares en toda la vida del país, que con sus narcodólares y sus armas asesinas se han ”tomado” todas las instancias de vida del país y han pretendido refundar un estado mafioso, con la mirada cínica y complaciente -y orientadora- del imperio estadounidense.

Este estado mafioso se ha convertido en el peón de brega del gobierno de Estados Unidos en latinoamérica y complacientemente hace ”lo que se le ordena, y más”, en una descripción de adónde han llevado a nuestro país los narcoparamilitares inquilinos de la Casa de Nari. En un intríngulis que no se sabe quién utiliza a quién, imperio y narcoparamilitares se dan la mano por sus intereses comunes, es decir, petróleo y riquezas naturales por un lado, y narcotráfico por el otro.

Lógicamente esos intereses comunes explican por qué en Colombia se ha extendido por todos lados el narco-paramilitarismo, permeando todas las clases sociales, y organizando un martirologio para el pueblo colombiano sumiéndolo en una crisis humanitaria sin precedentes (3.700 masacres documentadas, 30 mil desaparecidos, incontables ejecuciones extrajudiciales, 5 millones de desplazados), la cual ha sido cuantificada por el delegado de la OEA a los ”procesos de paz” con los narco-paramilitares en más de 147.000 víctimas.

Mas el imperio no contento con esto, ha decidido usar a los narco-paramilitares para adelantar las tareas sucias que otrora -y en algunos casos todavía ahora-, realizan sus propios agentes. Es así como los narco-paramilitares son reclutados para combatir en la guerra de Afganistan, como mercenarios, a ojos vista de todo el mundo. Igualmente los narco-paramilitares son usados para adelantar los planes de magnicidios contra el presidente Chávez Frías y demás funcionarios estatales, y la invasión de Venezuela con armas y narcotráfico, planes cuidadosamente elaborados con la asesoría del DAS -la policía secreta que responde directamente a las órdenes de Uribhitler, como quedó demostrado en el caso de Jorge Noguera Cotes.

Igualmente los narco-paramilitares colombianos son contratados por grandes empresarios y terratenientes hondureños para que les defiendan sus propiedades y asesinen a la resistencia del valiente pueblo centromamericano, como ha sido descrito expléndidamente por Dick Emanuelsson en sus crónicas desde el país de sus amores.

Ésta expansión ha contado con el repudio y la denuncia no sólo de los colombianos. La senadora Piedad Córdoba, puntualmente como siempre, coloca el dedo en la llaga al explicar el fenómeno de ”la expansión del paramilitarismo en latinoamérica” y dice: ”No nos dejen solos”. Mas yo le agregaría ”no nos dejemos sólos”. Debemos desarrollar todos los pueblos latinoamericanos la más amplia y extensiva solidaridad ”no dejándonos solos ante las arremetidas de imperio”.

Definitivamente el narcotráfico se ha convertido en un arma más de guerra, la cual combinada con las estructuras narco-paramilitares que trafican la droga, puede causar efectos de impredecibles consecuencias entre los pueblos latinoamericanos.

ALP

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